Por: Dulce Karina Vázquez Cabrera *
@DulceKarinavazquezcabrera
Estamos a tan solo unos días de un momento histórico: por primera vez, el pueblo de México podrá elegir, de forma directa y democrática, a quienes integrarán el Poder Judicial Federal y el de la Ciudad de México.
No se trata de una elección más. Estamos frente a una oportunidad única para corregir el rumbo de nuestro sistema de justicia, a fin de exigir cuentas a quienes lo imparten y para comenzar, al fin, a erradicar la impunidad.
Durante décadas, el sistema judicial ha sido percibido como distante, opaco y muchas veces injusto. La desigualdad, la corrupción y la desconfianza ciudadana lo han marcado profundamente. ¿La razón? En demasiadas ocasiones la justicia ha favorecido a quienes tienen poder económico, político o influencias, mientras que la mayoría de la población enfrenta un sistema lento, burocrático, parcial y, en no pocos casos, insensible.
Ya no podemos seguir por el mismo camino. Es urgente transformar de raíz la manera en que concebimos, procesamos y aplicamos la justicia.
Esto implica repensar desde dentro la operación de los casos y la visión con la que se abordan. No se trata de despachar expedientes: es necesario comprender que cada asunto involucra la vida, la dignidad y los derechos de personas concretas. Necesitamos una justicia con sentido humano.
Debemos construir un modelo verdaderamente imparcial, que garantice el derecho de audiencia, el debido proceso y la actuación ética de todas las instancias responsables de impartir justicia. Una justicia que esté al servicio de la gente, no del poder.
Y esta transformación no puede limitarse al Poder Judicial. Es imperativo reformar otras piezas clave del sistema, como el Ministerio Público, las fiscalías y las agencias de investigación. También ahí urge una reestructura profunda que combata los vicios enquistados, la corrupción sistémica y los contubernios entre servidores públicos que entorpecen el acceso a la verdad y a la legalidad.
Creo en una justicia imparcial, ética y con rostro humano. Una justicia que no se subordine al dinero, a los privilegios ni a las influencias. Una justicia que escuche, que garantice la presunción de inocencia, que asegure el derecho a ser oído en condiciones de equidad, sin distinciones de clase, origen o filiación política.
Es momento de romper con el modelo vertical y elitista. La justicia no debe ser un privilegio; tiene que ser un derecho accesible, transparente y confiable para todas y todos.
Por eso, si las y los ciudadanos de esta gran Ciudad de México me otorgan su confianza para formar parte del Tribunal de Disciplina Judicial, me comprometo a actuar con absoluta honestidad, valentía e independencia. No habrá espacio para la corrupción ni para la impunidad. Esta ciudad necesita, hoy más que nunca, una justicia con corazón y un liderazgo con valor.
Me comprometo a vigilar el actuar ético de los juzgadores, a que ningún acto de corrupción quede impune y a trabajar cada día por acercar la justicia a quienes más la necesitan.
Hoy tenemos la posibilidad de reconstruir la confianza en nuestras instituciones. Es tiempo de un cambio profundo. Ese cambio empieza contigo, con tu voto este 1º de junio de 2025. Vota por la boleta rosa, el número 20.
*Maestra en Derecho y candidata al Tribunal de Disciplina Judicial de la Ciudad de México.